Datos Bibliográficos

Título: Ver en Estéreo
Autora: Susan R. Barry
Editorial: Acción Médica
Año: 2012
Páginas: 233
ISBN: 9788415226130
Valoración:
3.5/5

Autora de la Reseña

Eva María Liñares: Óptico-Optometrista en Instituto Oftalmológico Quirón.

Sobre el Autor del libro

Susan R. Barry: Se doctoró en Biología por la Universidad de Princeton y actualmente es profesora de Neurobiología en el Mount Holyoke College de Massachusetts (Estados Unidos). Por su profesión docente y por su vocación investigadora, es actualmente una autoridad reconocida en el estudio de la plasticidad sináptica.

Resumen

Este libro cuenta la historia de la neurobióloga estadounidense Susan Barry. Susan desarrolló un estrabismo convergente a los 3 meses de vida, sin embargo, los pediatras aconsejaron a sus padres esperar un tiempo para ver la evolución. A los 2 años, sus ojos seguían desalineados. Fue en ese momento cuando acabó en la consulta de un cirujano oftalmológico, el doctor Fasanello. El doctor diagnosticó a Susan una endotropía constante alternante. Tras prescribirle unas gafas, el doctor acabó por operarla de estrabismo en su ojo derecho a los 28 meses de edad.

Después de esa cirugía, debido a su alta endotropía, seguía teniendo una pequeña desviación y la volvieron a intervenir en su ojo izquierdo al cabo de un año. Después de esas cirugías, Susan desarrolló una desviación vertical, por lo que pasó por otra cirugía a los 7 años de edad, para alinear su desajuste. Con esas cirugías, el doctor consiguió alinear estéticamente los ojos de Susan.

A pesar del éxito de la cirugía, Susan tenía problemas en el colegio, hasta el punto de sacar baja puntuación en los test de inteligencia.

Cuando estaba en la Universidad descubrió, en una conferencia sobre la visión en clase de Neurobiología, que no tenía estereopsis. Su agudeza visual era buena, de 20/20 en cada ojo y así lo corroboró un oftalmólogo en una revisión rutinaria. En cambio, los test de estereopsis los fallaba todos. El doctor le quitó importancia a ese hecho, ya que su visión monocular era buena.

Susan, a pesar de tener esa buena agudeza visual, presentaba múltiples molestias oculares: fatiga ocular, molestias en visión lejana y dificultad en conducción. Cuando se fatigaba, su mundo se movía arriba y abajo a su alrededor. Esto se acentuaba en los deportes, de hecho, nunca fue buena en ninguno excepto en natación.

Tras mucho estudiar e informarse de su problema, todos los estudios coincidían en que era demasiado tarde para corregir su anestereopsis.

No fue hasta los cuarenta y ocho años, que fue a parar a una consulta de una optometrista comportamental, la doctora Ruggiero. Susan estaba muy escéptica después de todo lo que había leído, pero decidió ir a la consulta. La doctora Ruggiero le diagnosticó un pequeño desalineamiento horizontal y vertical de sus ojos. En esa consulta y con un prisma vertical, consiguió mejorar la percepción visual de Susan. Su mundo ya no se movía arriba y abajo. Le pautó también un programa de terapia visual, para coordinar sus ojos y estabilizar la mirada.

A partir de ahí, el mundo de Susan cambió por completo. A pesar de que la consulta de optometría le parecía muy simple, sin ningún aparataje complicado, acabó viendo cómo esos simples utensilios conseguían darle tanto.

Lo primero que le mandaron trabajar fueron los movimientos oculares. Éstos estaban muy mermados debido a su estrabismo, con lo cual Susan notó un avance: poder ver con nitidez mientras se desplazaba. Hasta entonces, siempre se había considerado torpe. También consiguió mejorar su visión periférica. Susan siempre se había encontrado más cómoda al mirar de cerca; en cambio, todo lo que estuviera lejos le causaba angustia, ya que no podía abarcar un todo. Tenía que ver las cosas por partes e ir buscando en su campo visual lo que quería ver. Cuando conducía, por ejemplo, sólo conseguía fijarse en lo que estaba inmediatamente en frente suya, por los cual lo coches, peatones o semáforos surgían de la nada. Esto chocaba con la manera tranquila y relajada con la que conducía su marido Dan.

Con el cordón de Brock, Susan consiguió alinear sus ojos en la posición que le pedían y fusionar las imágenes de ambos ojos consiguiendo la estereopsis. Después del trabajo con el cordón de Brock, Susan tuvo varios episodios de visión estereoscópica. Esto supuso una nueva manera de ver el mundo para Susan. Lo que veía ya no era plano, si no que los objetos flotaban en el entorno y ocupaban un espacio en él. Se extrañaba de que la gente no se sorprendiera como ella al conseguir ver en estéreo; dado que para ella era una capacidad nueva, y para el resto era su día a día normal.

A partir de ahí y con un trabajo incesante, Susan consiguió mantener esa nueva capacidad visual adquirida de forma constante.

Opinión

Como optometrista, me pareció muy interesante ver el punto de vista del paciente y ver lo importante que puede ser nuestra profesión para él.

Susan relata su experiencia personal tras realizar sesiones de terapia visual con una optometrista comportamental. También cuenta como toda la información que recabó antes de encontrar a un optometrista para corregir su problema visual, fue desalentadora. Todos los estudios le indicaban que su problema no tenía solución. Me parece, por lo tanto, que este libro muy importante; ya que puede ayudar a otras personas que, como Susan, no saben que su problema puede tener solución, ni tampoco que esta solución les pueda cambiar su percepción del mundo.

Estoy de acuerdo en lo que cuenta Susan; en que muchos oftalmólogos no dan importancia al hecho de no tener estereopsis o una ambliopía o un defecto refractivo elevado en un ojo. Por mi experiencia personal trabajando con ellos, veo como a veces a estas cosas no se le dan importancia; ya que si un ojo tiene buena agudeza visual; se cree suficiente. Se centran más en descartar una posible patología asociada. Por eso creo que es tan importante el papel colaborativo que se pueda establecer entre optometrista y oftalmólogo; al igual que otras profesiones como psicólogos, pedagogos… La unión de especialidades suma mayor calidad de atención.

Además, Susan cuenta la experiencia de otros pacientes que sufrían también alguna anomalía visual y cómo consiguieron solucionarla con ayuda de un optometrista. De esta forma, engloba muchas anomalías visuales además de la anestereopsis que ella padeció; para darles más visibilidad.

Susan también compara su percepción visual y sus capacidades visuales con las de su marido o sus hijos. Esto ayuda a comprender las dificultades que puede tener que superar una persona con algún déficit visual comparado con una persona con buena calidad visual. Para Susan; conducir, correr, comprar en el supermercado, ver una película en el cine u otras actividades habituales del día a día, que la mayor parte de las personas realizan sin dificultad, a ella le resultaban agotadoras y estresantes. Necesitaba de su máxima concentración para asimilar lo que estaba viendo.

Para un optometrista, el hecho de ver cuán importante puede ser su labor es muy motivador. Es cierto que es una tarea que necesita dedicación y tiempo, sobre todo pensando en consultas que no sean exclusivas de terapia visual, pero la labor que se puede llevar a cabo es muy enriquecedora.

En mi caso llevo años interesada en la terapia visual y formándome en cuanto tengo la oportunidad, pero me parece un mundo muy amplio que implica mucha formación, actualización e implicación. Me gustaría que Susan hubiera dado más información de la terapia que llevó a cabo. Entiendo que esto sería poco interesante para el lector convencional, pero, de todas formas, explica parte de las pruebas que tuvo que superar.

Cada vez más optometristas se forman en este ámbito y surgen más clínicas de terapia visual. Esto es un pulso de optimismo para muchos profesionales que nos gustaría dedicarnos a la terapia para poder ayudar a la gente a mejorar su día a día. Sobre todo, a niños; dado que a veces tienen mal rendimiento escolar y se lo achacan a otras causas no visuales; dado que la mayor parte del tiempo lo pasan en tareas de visión próxima, por lo cual es primordial descartar un déficit visual. Y no sólo valorar una agudeza visual 20/20 en cada ojo, sino valorar la visión binocular, la estereopsis, la motilidad ocular y la oculomotricidad. Sólo valorando todos estos aspectos, podremos descartar que no sea un problema visual y remitir a otras especialidades.

Esta experiencia deja también muy claro que la teoría del periodo crítico para corregir un déficit visual no es correcta. El cerebro es muy plástico y con la estimulación correcta, puede ser moldeable y recuperar capacidades perdidas o adquirir de nuevas. Esto es muy alentador para todas las áreas; no sólo para el mundo visual.

¿Por qué lo recomendaría?

Recomendaría este libro a todos los lectores y no sólo los que presenten algún déficit visual. Creo que todo el mundo debería valorar su capacidad visual y ver lo difícil que sería nuestra vida sin ella.

Para los lectores con estrabismo, ambliopía u otra patología, es una dosis de optimismo y esperanza. Puede alentarlos a buscar una profesión que les ayude y así, conseguir mejorar su calidad visual. Sobre todo, si como Susan, llevan toda la vida viéndose limitados o en desventaja en muchas actividades diarias con respecto a su entorno. También Susan les ayudará a ver que es un proceso largo y que necesita implicación y dedicación

 

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