Pérdida Auditiva y Depresión

Por Eloy Pérez Piñeiro
Licenciado en Farmacia, Graduado en Óptica y Optometría y alumno del Máster en Neurociencia Aplicada de SAERA
Tutora: Dra. Nerea Castro Ortega
Relación entre la Pérdida Auditiva y la depresión en adultos mayores:
Una revisión bibliográfica.

RESUMEN

 

La prevalencia de la pérdida auditiva (PA) se incrementa a medida que envejecemos. Por otro lado, la depresión es uno de los trastornos afectivos más frecuente en la población mayor. La literatura existente revela asociaciones significativas entre ambas patologías en el adulto mayor. En esta revisión bibliográfica, se tratará de reportar las conclusiones, resultados y hallazgos más importantes en las investigaciones llevadas a cabo en los últimos años. Determinar la influencia de la PA y la depresión, la relación entre ambas patologías, analizar las consecuencias derivadas del déficit en las actividades de la vida diaria y la autonomía funcional del sujeto son los objetivos de esta investigación. La revisión de la literatura concluye que existe una relación lineal significativa entre la PA y la depresión en los adultos mayores, de manera qué a mayor déficit auditivo, mayor grado de depresión. La presencia de las deficiencias auditivas limita la comunicación y las relaciones sociales, favoreciendo la presencia de sintomatología depresiva. El uso de dispositivos auditivos disminuye e incluso previene la depresión en los mayores que presentan déficit auditivo, mejorando de manera significativa su calidad de vida. Así mismo, es muy importante desarrollar programas y planes de salud preventivos que mitiguen el impacto negativo que estas patologías causan. Futuras líneas deben estudiar la influencia de la PA y su tratamiento y determinar la asociación con la depresión y el estado cognitivo.

 
Palabras clave: depresión, pérdida auditiva, discapacidad auditiva, envejecimiento, adultos mayores.

The prevalence of hearing loss (HL) increases with age. On the other hand, depression is one of the most frequent affective disorders in the elderly. The literature reveals significant associations between both pathologies in the older adults. The aim of this bibliographic review is to report the most important conclusions, results and findings about the investigations carried out in recent years. Determining the influence of HL and depression, the relationship between both pathologies, analyzing the consequences derived from the deficit in activities of daily living and the functional autonomy of the subject are the goal of this research. The literature review concludes that there is a significant linear relationship between HL and depression in older adults, so that the greater the hearing deficit, the greater the degree of depression. The presence of hearing impairments limits communication and social relationships, favoring the presence of depressive symptoms. The use of hearing devices reduces and even prevents depression in the elderly with hearing impairment, significantly improving their quality of life. Likewise, it is very important to develop preventive health programs and plans that mitigate the negative impact thar these diseases cause. Future lines should study the influence of HL and its treatment and to determine the association with depression and cognitive status.

 
Keywords: depression, hearing loss, hearing impairment, older adults, elderly and aging.

1. INTRODUCCIÓN: envejecimiento y esperanza de vida

 

La tasa de envejecimiento de la población mundial es mucho más rápida que en épocas pasadas. Las mejoras en las condiciones socio-sanitarias y económicas favorecen un cambio demográfico, promoviendo un incremento en la esperanza de vida de la población mundial. Las proyecciones poblacionales 2020-2070 del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2020) estiman que actualmente el porcentaje de la población mayor de 65 años se sitúa en el 19,6%, alcanzando, previsiblemente, un máximo del 31,4% en el año 2050 (Figura 1). La población de octogenarios y centenarios seguirá ganando peso entre la población mayor. Se espera, asimismo, que la población mundial con una edad igual o mayor a 80 años aumente casi cuatro veces en los próximos 30 años (OMS, 2020).

Figura 1. Pirámides de población de España (años 2020, 2050 y 2070). Fuente: Instituto Nacional de Estadística (INE, 2020).

 

Existe una gran evidencia en la literatura científica sobre el incremento de la prevalencia de la pérdida auditiva (PA) a medida que envejecemos, constituyendo la tercera enfermedad crónica más prevalente en adultos mayores (Cosh et al., 2019). Por otro lado, la depresión es el trastorno afectivo más frecuente en el anciano, siendo una de las principales consultas médicas en la población mayor (Jiménez, Gálvez, & Esteban, 2007).

 

Los hallazgos en los estudios de numerosos investigadores (Marques et al., 2021; Cosh et al., 2021) reportan asociaciones significativas entre la discapacidad auditiva y la depresión en adultos mayores. De este modo, la PA fue asociada con una menor calidad de vida, aislamiento social, problemas depresivos y cognitivos, así como un deterioro global funcional. En esta investigación bibliográfica se expondrán los hallazgos, resultados y conclusiones más relevantes de las publicaciones internacionales más recientes en relación con ambas patologías, su prevalencia en adultos mayores y su impacto funcional.

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021) define la depresión como un trastorno caracterizado por la presencia de tristeza, anhedonia o incapacidad para experimentar placer, falta de autoestima, alteración de los patrones del sueño y la alimentación, así como sensación de cansancio y dificultada para llevar a cabo actividades que requieran concentración. Es causada por una combinación de factores genéticos, biológicos, ambientales y psicológicos (OPS, 2021).

 

Es una enfermedad con una prevalencia muy alta y en aumento, y se estima que afecta a más de 350 millones de personas en todo el mundo (1 de cada 10 adultos). En función del número y de la intensidad de los síntomas, los episodios depresivos pueden clasificarse como leves, moderados o graves. La depresión puede llegar a volverse crónica o recurrente y dificultar el desempeño de las actividades de la vida diaria. Si los síntomas depresivos son leves, se puede tratar sin necesidad de medicamentos, pero cuando tienen carácter moderado o grave pueden requerir el uso de fármacos o la psicoterapia, o ambos tratamientos en combinación.

 
1.1.1. Criterios diagnósticos de la depresión

 

Los trastornos mentales y del comportamiento son uno de los mayores problemas de Salud Pública Mental. Los criterios de clasificación y diagnóstico han sido determinados por las dos grandes asociaciones en materia de la salud mental: la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) (Gutiérrez, 2019).

 

La Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) (OMS, 1992) considera que un episodio depresivo (tabla 1) debe tener una duración de al menos dos semanas y siempre deben estar presentes como mínimo dos de los tres síntomas típicos de la depresión: ánimo depresivo, pérdida de interés o de la capacidad para disfrutar y aumento de la fatigabilidad.

 
Tabla 1. Criterios diagnósticos de un episodio depresivo según CIE-10

A.  El episodio depresivo debe durar al menos dos semanas.

B. El episodio no es atribuible a abuso de sustancias psicoactivas o a trastorno mental orgánico.

C. Síndrome somático: algunos de los síntomas depresivos pueden ser muy destacados y adquirir un significado clínico especial. Habitualmente, el síndrome somático se considera presente cuando coexisten al menos cuatro o más de las siguientes características:

 

– Pérdida importante del interés o capacidad de disfrutar de actividades que normalmente eran placenteras.

 

– Ausencia de reacciones emocionales ante acontecimientos que habitualmente provocan una respuesta.

 

– Despertarse por la mañana dos o más horas antes de la hora habitual.

 

– Empeoramiento matutino del humor depresivo.

 

– Presencia de enlentecimiento motor o agitación.

 

– Pérdida marcada del apetito.

 

– Pérdida de peso de al menos 5% en el último mes.

 

– Notable disminución del interés sexual.

Fuente: Organización Mundial de la Salud- OMS (1992), CIE-10. Décima revisión de la clasificación internacional de las enfermedades. Trastornos mentales y del comportamiento. Descripciones clínicas y pautas para el diagnóstico. Madrid, España:  Editorial Méditor.

 

 

El Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM-V) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) reporta que la característica esencia de un trastorno depresivo mayor se corresponde con la presencia de un periodo, definido por al menos dos semanas consecutivas, en los cuales el sujeto experimenta, como mínimo 5 síntomas, entre los que tienen que presentarse estado de ánimo depresivo o anhedonia por las actividades en general (tabla 2).

 

 
Tabla 2. Criterios diagnósticos de trastornos de depresión mayor según DSM-V

A. Cinco (o más) de los síntomas siguientes han estado presentes durante el mismo período y representan un cambio de funcionamiento previo; al menos uno de los síntomas es (1) estado depresivo o (2) pérdida de interés o de placer.

 

1. Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día, casi todos los días, según se deprende de la información subjetiva o de la observación por parte de otras personas.

 

2. Disminución importante del interés o el placer por todas o casi todas las actividades la mayor parte del día, casi todos los días.

 

3. Pérdida importante de peso sin hacer dieta o aumento de peso, o disminución o aumento del apetito casi todos los días.

 

4. Insomnio o hipersomnia casi todos los días.

 

5. Agitación o enlentecimiento psicomotor casi todos los días.

 

6. Fatiga o pérdida de energía casi todos los días.

 

7. Sentimiento de inutilidad o culpabilidad excesiva o inapropiada (que puede ser delirante) casi todos los días (no simplemente el autorreproche o culpa por estar enfermo.

 

8. Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o para tomar decisiones, casi todos los días.

 

9. Pensamientos de muerte recurrentes (no solo miedo a morir), ideas suicidas recurrentes sin un plan determinado, intento de suicidio o un plan específico para llevarlo a cabo.

B. Los síntomas causan malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento.

C. El episodio no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia o de otra afectación médica.

D. El episodio de depresión mayor no se explica mejor por un trastorno esquizoafectivo, esquizofrenia, trastorno esquizofreniforme, trastorno delirante, u otro trastorno especificado o no especificado del espectro de la esquizofrenia y otros trastornos psicóticos.

E. Nunca ha habido un episodio maníaco o hipomaníaco.

Fuente: American Psychiatric Association- APA. (2014). Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5(5ª. Ed.). Madrid, España: Editorial Médica Panamericana.                                          
 
1.1.2.  Prevalencia de la depresión

 

La depresión supone un reto para la salud pública dada su alta prevalencia, situándose entre el 8% y el 15% los casos de sujetos que padecen esta patología a lo largo de la vida. Según la OMS, es la principal causa de discapacidad en todo el mundo. En España, el porcentaje de personas que padecen la enfermedad cada año es del 4%, y desarrollar un episodio depresivo grave es mayor en mujeres (16,5%) que en hombres (8,9%) (Galán, 2015). Gaviria (2009) afirma que esta diferencia entre género puede ser debida a las innumerables funciones, responsabilidades y, con frecuencia, desventaja en términos de condiciones sociales y económicas que sufren las mujeres.

 

La prevalencia del trastorno depresivo difiere entre los diferentes países, situándose en el 3% en Japón y alcanzando una cifra muy superior (16,9%) en Estados Unidos (EEUU). El porcentaje de prevalencias para los demás países se estima en un rango que oscila entre el 8% y el 12% (Pérez et al., 2017). 

 

Un estudio realizado por Cardila y colaboradores (2015) analiza la prevalencia de la depresión en los últimos 15 años en España, tomando como muestra población de diversa índole. Los datos de prevalencia oscilan desde el 1,12% en niños en edad preescolar, 8,56% en población general y hasta un 55,6% en estudiantes universitarios. A medida que aumenta la edad, se produce un incremento de la depresión asociada con otras patologías, entre las que destacan las dolencias cardíacas. La prevalencia de la depresión en pacientes hospitalizados con 65 años o más se reportó en un 48,5% de los adultos mayores.

 

La Encuesta Nacional de Salud ENSE (2017) informó que un 10,8% de las personas mayores de 15 años refirió haber sido diagnosticada de algún problema de salud mental, que era 2,5 veces más frecuente sufrir un episodio depresivo en personas con situación de desempleo (7,9%) que entre los que se encuentran en activo (3,1%); y alcanza un 30% entre aquellos sujetos con algún tipo de incapacidad que les impida trabajar. Asimismo, un 3,8% refiere tener limitaciones para la realización de las actividades de la vida diaria debido a un problema de salud mental.

 
1.1.3. Depresión en el adulto mayor

 

La depresión en los adultos mayores es un problema generalizado, pero no forma parte del envejecimiento normal. Algunas situaciones en la vida de los adultos mayores (mudanza a centros geriátricos, dolor crónico, fallecimiento de familiares, pérdida de independencia), pueden predisponer e incrementar el riesgo de depresión, o empeorar sus síntomas si había sido previamente diagnosticada. De la misma manera, pueden encontrarse asociadas a dolencias físicas, tales como: trastornos tiroideos, Parkinson, afectaciones cardíacas, cáncer, accidentes cerebrovasculares o demencias, como por ejemplo enfermedad de Alzheimer (Instituto Nacional de Salud de EEUU, 2021).        

 

Por norma general, la sintomatología depresiva es sencilla de diagnosticar, pero en el caso de los adultos mayores puede ser más complicado debido a síntomas habituales que forman parte del envejecimiento normal: fatiga, pérdida de apetito, problemas para dormir o dolencias físicas.

Rodda, Walker, & Carter (2011) manifiestan que la depresión en adultos mayores está asociada con discapacidad, incremento de mortalidad y peores resultados en enfermedades físicas. Estos investigadores informan que la prevalencia de depresión en adultos mayores de 75 años osciló entre el 4,6% y el 9,3%, mientras que la tasa de síntomas depresivos de los sujetos que no alcanzaron los criterios de diagnóstico de la depresión mayor osciló entre el 4,5% y el 37,4%. 

Las tasas de prevalencia de la depresión aumentan en los trastornos cerebrales, incluida demencia, Parkinson, infarto cerebral y enfermedades sistémicas (diabetes o enfermedad cardiovascular). Por otro lado, los factores de riesgo de la depresión en dichos sujetos se clasifican en factores físicos o psicosociales (tabla 3).

 
Tabla 3. Factores de riesgo de depresión en adultos mayores

Factores físicos

Factores Psicosociales

-Enfermedades crónicas: diabetes, enfermedad isquémica cardiaca, insuficiencia cardiaca, enfermedad pulmonar obstructiva crónica.

 

-Infarto agudo de miocardio

 

-Enfermedad orgánica cerebral: demencia, ictus, enfermedad de Parkinson, enfermedad cerebrovascular

 

-Desórdenes Metabólicos/Endocrinos: enfermedad tiroidea, hipercalcemia, déficit vitamina B12/ácido fólico

 

-Malignidad

 

-Dolor crónico y discapacidad.

Aislamiento social

 

-Cambios en la situación financiera

 

-Ser cuidador

 

-Cambiar el rol y pérdida del estatus social

 

-Duelo y pérdida

 

-Dificultad en la adaptación a la soledad, dolor y discapacidad

 

-Historia de depresión

 

-Estar institucionalizado en un centro

 

-Incapacidad de controlar la ansiedad por la muerte

 

Fuente: Rodda, J., Walker, Z., & Carter, J. (2011). Depression in older adults. BMJ (Clinical research ed.), 343, d5219. https://doi.org/10.1136/bmj.d5219

La hipoacusia, también denominada pérdida de la capacidad auditiva, se corresponde con una discapacidad crónica cuya afectación a nivel mundial se estima próxima al 5% de la población. Se considera que hasta el 15% de los adultos presenta algún tipo de hipoacusia y para los mayores de 65 años, la prevalencia se incrementa hasta un tercio (Díaz, Goycoolea, & Cardemil, 2016).

 

Las directrices de la American Speech-Language-Hearing Association (ASHA) para la detección de la PA en la población adulta indican que una intensidad de 25dB a 1000, 2000 y 4000 Hz sin respuesta en cualquier frecuencia y oído es indicativo de pérdida de audición. Sin embargo, Ventry y Weintein (1983) recomendaron elevar el punto de corte hasta los 40 dB HL en las frecuencias 1000 y 2000 Hz. Entre sus razones se encontraban que el 90% de los mayores non nivel auditivo por encima de los 40 dB perciben hándicap auditivo, la mayor parte de los sujetos candidatos a utilizar audífonos tienen umbrales >40 dB HL y pérdidas por encima de este umbral interfieren en la comunicación (Vázquez, 2017).

 

La ASHA (2016) clasifica los tipos de pérdida auditiva en tres categorías:  

  •  

  • Pérdida Auditiva Conductiva:

 

El sonido no viaja con facilidad por el canal externo del oído hasta el tímpano y cadena de huesecillos (osículos) del oído medio. Este tipo de PA se puede corregir mediante intervención médica/quirúrgica. Algunas posibles causas son: fluidos en el oído medio, alteración funcional de la Trompa de Eustaquio, infecciones, perforación timpánica y malformaciones del oído externo y medio.

  •  

  • Pérdida Auditiva Neurosensorial:

 

Es el tipo de pérdida auditiva permanente más común de la audición y aparece cuando la causa de la lesión ocurre en la cóclea, oído interno, o en los conductos que comunican el oído interno con el cerebro. En la mayor parte de los casos no se puede reparar mediante intervenciones quirúrgicas o médicas. Este tipo de pérdida reduce la capacidad de oír a sonidos de baja intensidad. Entre las causas que la causan se encuentran los medicamentos ototóxicos, la PA genética/hereditaria, la edad (presbiacusia), las lesiones cerebrales, las malformaciones presentes en el oído interno y la exposición prolongada a ruidos de alta intensidad.

  •  

  • Pérdida Auditiva Mixta:

 

Se da cuando la pérdida auditiva de conducción ocurre de manera simultánea a la pérdida neurosensorial; es decir, puede coexistir el daño en el oído externo o medio, así como en el oído interno (cóclea) y nervio auditivo.

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2019) indica que las principales causas de la pérdida de la audición y la sordera son de origen congénito o adquirido.

  •  

  • Causas congénitas:

 

Pueden determinar la PA en el momento del nacimiento o poco después. Entre ellas, destacan: rubeola materna, sífilis u otras infecciones durante el embarazo, bajo peso al nacer, asfixia del parto, uso inadecuado de algunos fármacos o medicamentos ototóxicos e ictericia grave durante el período neonatal, pudiendo provocar lesiones en el nervio auditivo del recién nacido.

  •  

  • Causas adquiridas:

 

Entre las causas adquiridas que producen pérdida de la audición se encuentran las enfermedades infecciosas (meningitis, sarampión y parotiditis), infección crónica del oído, otitis media, uso inadecuado de fármacos, traumatismos, exposición al ruido excesivo, obstrucción del conducto auditivo por cerumen o cuerpos extraños y la degeneración de las células sensoriales auditivas en el envejecimiento.

 

Para realizar el diagnóstico de la PA, el especialista tiene que realizar una serie de pruebas que permita evaluar el estado auditivo del paciente. Es necesario, por tanto, la exploración física para detectar posibles causas de la PA (cerumen o infección), realizar un análisis para detección general (test del susurro), pruebas de audición para detectar PA moderada con aplicaciones tecnológicas (tablets), pruebas con diapasón (puede ayudar a revelar donde ha ocurrido el daño) y pruebas audiométricas, consideradas como la prueba diagnóstica “gold standard” (Mayo Clinic, 2019).

 

El tratamiento de la pérdida auditiva (Mayo Clinic, 2019) depende de la causa y de la intensidad de la pérdida. Entre las opciones que existen para tratar una PA, se encuentran:

  • Extraer un tapón de cerumen: se corresponde con una causa reversible de pérdida de audición.
  • Procedimientos quirúrgicos: las pérdidas auditivas de tipo conductivo se pueden tratar mediante procedimientos médico-quirúrgicos, incluidas las anomalías del tímpano o huesos de la audición (osículos). Asimismo, las infecciones reiteradas con líquido persistente se pueden tratar mediante drenaje.
  •  
  • Uso de dispositivos electrónicos (audífonos): cuando la PA se debe a un daño en el oído interno, el uso de audífonos puede ser de gran utilidad.
  •  
  • Implantes cocleares: se usan cuando existe un daño severo y no se mejora la audición con el uso de audífonos convencionales. La diferencia con estos dispositivos, en el caso de los implantes cocleares se evitan las partes del oído interno dañadas o disfuncionales y se estimula directamente el nervio auditivo.
 
1.2.1. Pérdida auditiva en el adulto mayor: prevalencia y consecuencias.

 

La Pérdida auditiva en el adulto mayor puede ocurrir sola o asociada a tinnitus. Entre las causas de la PA en el adulto se encuentran la otoesclerosis, la enfermedad de Ménière, enfermedades autoinmunes del oído interno, medicamentos ototóxicos, exposición a ruido muy fuerte, lesión en la cabeza, y la presbiacusia.

 

La presbiacusia (pérdida auditiva relacionada con la edad) se define como la pérdida progresiva de la capacidad de oír altas frecuencias, comenzando por las frecuencias del habla (oscilan entre los 500-4000 Hz), debido al deterioro producido en el sistema auditivo con la edad, principalmente a nivel del oído interno y del nervio auditivo. La prevalencia de la PA relacionada con la edad se estima en el 25% de la población con edades comprendidas entre los 65 y los 75 años, aumentando este porcentaje entre el 70-80% entre los mayores con 75 o más años (Sprinzl & Riechelmann, 2010).

 

La literatura existente evidencia que la PA se asocia con una pérdida de calidad de vida, favorece el aislamiento, la depresión, la ansiedad y el deterioro cognoscitivo. Los problemas auditivos constituyen una importante causa de discapacidad, limitan la interacción de las personas con su entorno, deterioran la funcionalidad global y representan grandes obstáculos para la realización de actividades de la vida diaria (AVD), con un marcado descenso en la autonomía (Carabellese et al., 1993; Cano et al., 2014).

 

Por tanto, la presbiacusia ocasiona un deterioro global en la calidad de vida, que se refleja en el ámbito mental, social y funcional. Una investigación llevada a cabo por Patel & McKinnon (2018) reporta que los adultos mayores con PA confían en pistas del contexto conversacional, emocional y postural para compensar su discapacidad auditiva, lo cual requiere un mayor funcionamiento cognitivo para comprender las conversaciones diarias. Esta dependencia cognitiva, pone al paciente geriátrico en una mayor tensión al escuchar en entornos auditivos difíciles.

2. OBJETIVOS

 

El objetivo general de esta investigación bibliográfica es realizar una búsqueda en la literatura científica sobre la pérdida auditiva y la depresión en un grupo poblacional concreto, los adultos mayores. Los objetivos específicos han sido:

  •  
  • Evaluar la influencia que tiene la pérdida auditiva y la depresión en los adultos mayores.
  •  
  • Determinar la posible asociación entre la pérdida auditiva y la depresión en este grupo poblacional.
  •  
  • Analizar las consecuencias derivadas de la presencia de ambas patologías sobre la autonomía, el bienestar social y las actividades de la vida diaria de los adultos mayores.
  •  
  • Establecer conclusiones para el desarrollo de futuras líneas de investigación y planes de actuación para reducir el impacto negativo que ocasionan ambas patologías.

 

3. MATERIAL Y MÉTODOS

 

En el desarrollo de esta investigación se realizó una búsqueda en la literatura utilizando las Base de Datos Pubmed y Web of Science.  Las palabras clave que se emplearon en la búsqueda fueron: hearing impairment, hearing loss, depression, older adults, elderly y aging. En el filtro de la búsqueda, se seleccionaron aquellos artículos que se publicaron en los últimos 10 años y que tuviesen libre acceso al texto (Free Full-Text). En la búsqueda bibliográfica, se seleccionaron aquellas publicaciones que aportasen información sobre el déficit sensorial auditivo en personas mayores, los trastornos depresivos y la relación entre ambas patologías. Para que los artículos o estudios fuesen incluidos en la revisión bibliográfica se determinaron una serie de criterios de inclusión y exclusión (Tabla 4).

 
Tabla 4. Información relevante de la búsqueda bibliográfica.

BASES DE DATOS

PubMed

Web of Science

PALABRAS CLAVE

Hearing loss, hearing impairment, depression, older adults, elderly y aging.

LÍNEA TEMPORAL DE LAS PUBLICACIONES

Publicaciones de los últimos 10 años (2011-2021).

 

 

 

CRITERIOS DE INCLUSIÓN

1.      Población del estudio: adultos mayores.

2.      Información sobre la prevalencia de la PA y la depresión.

3.      Analizar la relación entre ambas patologías.

4.      Determinasen los métodos/instrumentos de valoración del déficit.

 

 

CRITERIOS DE EXCLUSIÓN

1.      No fueron incluidas ni revisiones sistemáticas ni bibliográficas.

2.      Ninguna publicación que excediese la línea temporal.

3.      Población diferente de adultos mayores.

Fuente: elaboración propia.

Figura 2. Diagrama de flujo de los estudios seleccionados en la revisión bibliográfica del TFM.

 

4. RESULTADOS

 

Los resultados de los artículos incluidos en la revisión bibliográfica concluyen una asociación significativa entre la pérdida auditiva y la depresión en los adultos mayores (tabla 5). En este sentido, un estudio longitudinal prospectivo llevado a cabo por Brewster y colaboradores (2018), determinó qué a los cinco años del inicio del estudio, los individuos con síntomas depresivos mostraron deficiencias auditivas para bajas y medias frecuencias. Esta misma asociación entre síntomas depresivos y alteraciones en la audición fue determinada por Golub y colaboradores (2019), quienes hallaron que la probabilidad de tener síntomas depresivos se incrementa aproximadamente un 45% por cada 20 dB de PA. Determinaron, por tanto, que cuanto mayor es la PA mayor es la probabilidad de presentar patologías depresivas. Saito y su equipo (2010) estimaron que los sujetos con PA tenían 2,5 veces más probabilidad de presentar síntomas depresivos, mientras que una investigación realizada en una población anciana de China (Lee et al., 2010) reportó una asociación significativa entre los síntomas depresivos y la PA evaluada mediante audiometría, pero la relación no fue significativa cuando la PA se evaluaba de forma auto-reportada por el sujeto.

 

En otro estudio longitudinal prospectivo (Cosh et al., 2018) se asoció, al inicio de la investigación, la PA leve y grave con síntomas depresivos, aunque solo la PA leve se relacionó significativamente con un diagnóstico de depresión. A los 12 años, la PA leve y grave se asoció con depresión incidente en aquellos sujetos sin depresión al inicio, pero no se asoció con diagnóstico de trastorno depresivo mayor. Por tanto, en esta investigación se reportó que la PA se asocia a lo largo del tiempo con la presencia de síntomas, en lugar de con diagnóstico de depresión mayor; esto podría reflejar que la depresión subclínica es más común en los adultos mayores. En esta línea fueron los resultados de Jayakody y colaboradores (2018), en donde el 85% de los sujetos con PA neurosensorial mostraron síntomas depresivos clínicamente significativos, concluyendo que la gravedad de la discapacidad auditiva aumenta con la gravedad de los síntomas de salud mental (depresión, ansiedad y estrés).

 

Más contundentes son los resultados de la investigación de Amieva y colaboradores (2018) que refuerza rotundamente la suposición de que la PA contribuye al desarrollo de depresión, discapacidad y demencia. Se reportó una asociación significativa entre problemas auditivos auto-informados y un incremento del riesgo de discapacidad de actividades de la vida diaria (AVD) y actividades instrumentales de la vida diaria (IAVD). Así mismo, también se evidenció un incremento de riesgo de depresión en hombres, en donde la enfermedad vascular y la exposición a ruidos son factores que pueden estar relacionados con la diferencia entre géneros. La influencia de la discapacidad auditiva en las AVD con el grado de PA también fue descrito por Manrique-Huarte y colaboradores (2016).

 

Numerosas fueron las investigaciones que reportaron los beneficios del tratamiento con audífonos o implantes cocleares (IC) en la sintomatología depresiva. El tratamiento de la PA con IC o audífonos proporcionan ventajas significativas para la función auditiva, que permanece estable con el tiempo. Aquellos sujetos con PA profunda no tratada, demostraron peor calidad de vida y mayor tendencia a niveles mayores de ansiedad, depresión y discapacidad percibida comparado con los tratados con IC (Manrique-Huarte et al., 2016). Del mismo modo, la adaptación con dispositivos de amplificación, aún de forma unilateral, ha demostrado ser eficaz en la reducción de síntomas depresivos y en las limitaciones relacionadas con actividades sociales (Santos y Teixeira, 2014), encontrándose una asociación significativa en la reducción de la probabilidad de trastornos depresivos mayores o síntomas depresivos en sujetos usuarios de audífonos (Mener et al., 2013). Otro de los estudios donde se demostró que la presencia de PA bilateral se encuentra asociada con síntomas depresivos (Gopinath et al., 2009) concluyó que el uso de dispositivos de amplificación se asoció con una menor prevalencia de sintomatología depresiva. En esta misma línea, según el estudio de Xin Ye y su equipo (2020), en aquellos sujetos con PA moderada-severa, es necesario proporcionar dispositivos de rehabilitación (audífonos), ya que los sujetos manifiestan mejor cuidado personal, niveles más bajos de depresión y una mejor salud en general. Asimismo, aseguran que a medida que aumenta la severidad de la discapacidad auditiva, existen también más probabilidades de deterioro de AVD, IAVD y de síntomas depresivos ocasionados por la presencia de alteraciones en la comunicación.  Similares conclusiones fueron reportadas por Kiely y colaboradores (2013), cuyos resultados revelan que la asociación entre la PA y la pérdida sensorial fueron explicadas por dificultades en AVD y el compromiso social.

 
Tabla 5. Resultados de los estudios empleados en la revisión bibliográfica (Elaboración propia)

5. DISCUSIÓN

 

La revisión de la literatura de los últimos años concluye que existe una asociación significativa entre la PA y la depresión en adultos mayores. En esta misma línea, una revisión bibliográfica previa (Millán-Calleti, Maseda, Rochette y García-Monasterio, 2011) concuerda con los resultados de esta investigación, y evidencia la relación existente entre ambas patologías. Estos investigadores reportaron que los pacientes mayores con depresión de comienzo tardío y sin deterioro cognitivo presentaban más déficits auditivos que los pacientes con depresión de comienzo más temprano. Por otro lado, Brink & Stones (2007) analizaron una población mayor institucionalizada y encontraron que aquellos que presentaban mayores dificultades auditivas, tenían más probabilidades de experimentar peor humor, asociando la severidad de la PA con altos niveles de depresión y anhedonia. El resultado de la investigación llevada a cabo por Mener y colaboradores (2013) contradice la gran mayoría de investigaciones que detectaron la relación entre ambas patologías. En esta investigación la PA no fue asociada con altas probabilidades de ser diagnosticado con un trastorno depresivo mayor (TDM) o síntomas depresivos; siendo una de las posibles explicaciones el bajo número de sujetos que cumplieron los estrictos criterios diagnósticos del TDM. Paralelamente, las investigaciones dirigidas por Golub y su equipo (2020) reportaron una relación entre la audición y la sintomatología depresiva más marcada entre las personas con audición normal que entre aquellas con algún déficit auditivo. Esto se debe a lo que denominaron audición subclínica, un tipo de déficit clasificado clásicamente como normal, pero cuya naturaleza es imperfecta.

 

Muchas investigaciones abogan la importancia de la rehabilitación y tratamiento de las deficiencias auditivas como método para mejorar el estado social y prevenir la sintomatología depresiva. En este sentido, existe una opinión unificada por la mayoría de los expertos que avala dicha tesis. Abrams y colaboradores (2006) revelan en sus investigaciones el carácter preventivo del tratamiento auditivo en la sintomatología depresiva, mejorando de forma sustancial su calidad de vida. El tratamiento e intervención por síntomas depresivos es importante en adultos mayores con PA, los cuales a menudo pasan desapercibidos y no se diagnostican debido a las limitaciones en las comunicaciones (Cosh et al., 2018). La investigación llevada a cabo por Castiglione y su equipo (2016) sugiere que la rehabilitación auditiva temprana es importante en los adultos mayores debido a que conduce a beneficios en la función cognitiva y la depresión. En esta misma línea se hallan los resultados de Cosh y colaboradores (2019), los cuales demostraron que la rehabilitación auditiva, el entrenamiento y el uso de audífonos mejora la audición, incluyendo el procesamiento cortical y subcortical del habla, la función cognitiva asociada y a mitigar los síntomas depresivos. Así mismo, mediante otra intervención auditiva, los implantes cocleares, también se observó mejoras en la ansiedad, la calidad de vida y la depresión. Por tanto, la extensa literatura revela que la rehabilitación exitosa puede mitigar los efectos negativos y estudios recientes demuestran que los implantes cocleares ralentizan el deterioro cognitivo (Stern & Hilly, 2018) e influyen positivamente en su actividad social y la calidad de vida (Mosnier, 2015). En otra investigación (Choi et al. (2016) se relaciona el uso de implantes cocleares con una mejora del 41% en la sintomatología depresiva comparando con aquellos sujetos tratados con audífonos.

 

Rutherford y su equipo (2018) afirman que los mecanismos conductuales pueden explicar la asociación entre ambas patologías. Evitar situaciones donde se presentan dificultades para oír y comunicarse puede contribuir al aislamiento social y, al consiguiente deterioro cognitivo y estado depresivo. Esta misma conclusión fue reportada por Brink & Stones (2007), quienes concluyeron que altos niveles de discapacidad funcional auditiva fueron asociados con peores niveles de compromiso social. Estos investigadores resaltan la importancia de desarrollar programas que incluyan servicios de apoyo auditivo en el adulto mayor ya que se puede conseguir un impacto positivo en los resultados psicosociales.

 

Por tanto, dada la alta prevalencia de las disfunciones auditivas en los adultos mayores y su evidente asociación con los síntomas depresivos, futuras investigaciones deben investigar si el tratamiento de la presbiacusia puede ser una estrategia eficaz en la prevención y terapéutica de la depresión (Brewster et al., 2018). Estos investigadores proponen comparar los resultados de la corrección de la PA en monoterapia de la depresión versus un aumento de la medicación antidepresiva. Así mismo, creen que podría ser importante incluir datos audiométricos en las evaluaciones psiquiátricas.

El manejo de la PA podría considerarse como una de las estrategias de intervención para promover un envejecimiento exitoso, ya que abarca dimensiones cognitivas, físicas y emocionales; siendo las principales características el funcionamiento cognitivo preservado, la autonomía funcional en las AVD y el bienestar emocional (Amieva et al., 2018).

 

6. CONCLUSIONES

 

Los resultados de las revisiones de la literatura publicadas más recientemente concuerdan en la relación lineal existente entre la pérdida de la capacidad auditiva y el grado de depresión, de manera que, a mayor déficit auditivo, mayor grado de depresión.

 

Aunque tanto el déficit auditivo como la depresión son altamente prevalentes en los adultos mayores, la falta de homogeneidad en las investigaciones para la detección de las deficiencias, pueden revelar resultados dispares. Por tanto, sería importante unificar criterios de detección para poder realizar una comparación más rigurosa entre las diferentes investigaciones.

 

La presencia de deficiencias auditivas limita la comunicación y las relaciones sociales de los adultos mayores, favoreciendo la presencia de sintomatología depresiva. La literatura sugiere que la rehabilitación auditiva temprana es importante ya que reporta beneficios en la función cognitiva y la depresión.

 

La utilización de dispositivos auditivos disminuye e incluso previene la depresión en los adultos mayores que presentan déficit auditivo, mejorando de manera significativa su calidad de vida.

Dada la alta prevalencia de la PA en la población mayor y la evidente relación descrita con la depresión, sería importante desarrollar programas y planes de salud preventivos para mitigar las posibles consecuencias e impacto negativo que estas patologías causan en la población más envejecida.

 

Sería conveniente que futuras líneas de investigación se centrasen en determinar la influencia de la PA y de su tratamiento, de manera aleatorizada en una muestra representativa de la población, y determinasen la asociación con la depresión y el estado cognitivo. Por tanto, se necesitan más investigaciones que traten de relacionar la PA y la salud mental, así como determinar la importancia de las terapias de rehabilitación auditiva.

 

La falta de homogeneidad en las mediciones, el carácter subjetivo de los test y cuestionarios y las diferentes metodologías empleadas en los estudios son características que dificultan establecer conclusiones válidas. Futuras líneas deben emplear métodos objetivos y seleccionar un tamaño muestral adecuado que permitan alcanzar resultados significativos y diseñar estudios longitudinales que permitan valorar la influencia del tratamiento del déficit y la sintomatología depresiva con el transcurso del tiempo.

 

Entre las limitaciones de este estudio podríamos indicar que, al tratarse de una revisión bibliográfica, carece de la validez científica presente en una revisión de mayor calidad y realizada de forma independiente por pares, como podría ser una revisión sistemática. Por otro lado, la diferente metodología e instrumentos de valoración del déficit empleados en las diferentes investigaciones dificulta el establecer conclusiones y analizar la influencia que ambas patologías presentan entre sí. 

 

Por último, en relación con la muestra, aun tratándose de adultos mayores, diferencias entre las características de las muestras en los distintos estudios pueden reportar resultados diferentes.

 

De un modo general, considero que esta investigación ha cumplido los objetivos, tanto generales como específicos, que se habían marcado al inicio. Se ha puesto de manifiesto una relación significativa, evidenciada por la amplia literatura, entre la PA y la depresión, se ha descrito también la importancia de planes preventivos, programas de diagnóstico precoz del déficit auditivo como principal herramienta para disminuir la sintomatología depresiva en el adulto mayor y se ha analizado la influencia que las alteraciones sensoriales tienen sobre la calidad de vida, el compromiso social y las actividades de la vida diaria. Por último, también se han indicado las características que deben tener futuras líneas de investigación para reportar resultados y conclusiones más significativas.

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